1.- INTRODUCCIÓN
La
demagogia populista intenta una vez más adueñarse del lenguaje y del discurso
con el que responder artificialmente a los múltiples problemas que en este
período complicado tiene la humanidad trabajadora. Un marco económico y social en
el que la vivienda, la represión del Estado y las convulsiones que provocan las
medidas arancelarias del gobierno Trump están teniendo efectos importantes en
el nivel de vida de la población trabajadora de este país.
La
retórica populista se aparta de la lucha revolucionaria transmitiendo una
imagen de la realidad que es el que desean las clases explotadoras. Por medio
de un progresismo impregnado de ideología burguesa en sus diferentes formas culturales,
cine, televisión, música, teatro, política, etc. desmantelan la ética y moral colectiva
y socialista certificando el individualismo, la alienación y el sometimiento de
las clases explotadas.
Los
populismos socialdemócratas subestiman que en los países capitalistas el Estado es un instrumento
de poder al servicio de la burguesía, una minoría que se sostiene por la
explotación laboral y social de una amplia clase trabajadora, pero también por
el expolio y explotación de la naturaleza. En esta estructura desigual de
clases desprecian que la clase dominante solo busca el negocio y el beneficio
económico, la reproducción y acumulación de capital, para sobrevivir y
continuar perpetuándose
2.- EL DISCURSO
RADICALISTA Y LA EXPERIENCIA DE PODEMOS
Los
líderes de Podemos reaparecen con zarpazos izquierdistas como ponen de
manifiesto sus más recientes declaraciones, muy radicales, sin duda, pretendiendo
volver a ocupar posiciones de relieve en la escena política española, de este
modo quieren esquivar milimétricamente lo que podían haber hecho y no hicieron
mientras estuvieron en el gobierno.
En
la mochila de su extensa retórica dejaron olvidadas la lucha contra la escasez
de viviendas y los desahucios, la pelea por la reforma agraria y los desatinos
de la PAC, el deterioro de la salud pública, la derogación de la Ley Mordaza y
la Ley de Partidos, la libertad de expresión y opinión, el castigo y el
sufrimiento de los presos en las cárceles, la prohibición de la venta y compra
de armas a los genocidas, las luchas y resistencias al fascismo, la supresión
de los acuerdos con el Vaticano, el dolor y la angustia de los inmigrantes, y
en general, una desmemoria básica muy considerable.
Ahora,
nos lanzan una lluvia de mensajes que se caracterizan por una contundencia verbal
exigiendo al gobierno español una respuesta urgente y tajante a las políticas
arancelarias de Trump, pidiendo que se expropien todas las viviendas que tienen
los fondos de inversión americanos en España, la salida de la UE y la OTAN y el
cierre de sus bases en España. Si embargo, tenemos poca confianza en que estas
propuestas se sitúen más allá de lo que es la propaganda, el electoralismo y la
competencia por un espacio plebiscitario con otras formaciones populistas y
reformistas de semejante ideología.
Los
principios que ha mostrado Podemos en estos años de presencia en el tablero
político español no le
dan credibilidad. La política de este partido cae dentro de lo que decían los
indios americanos respecto a los pobladores blancos que los robaban, mataban y
echaban de sus territorios. Los nativos de América del Norte decían que no se
podían fiar de los colonos que les invadían pues tenían una lengua bífida “decían
una cosa y hacían otra”. Esta es la experiencia que tenemos del partido de Pablo
Iglesias y de Ione Belarra.
Desde
el momento que Podemos tuvo la oportunidad de integrarse en el gobierno olvidó
todos los enunciados que alumbraban su drástica oratoria, compartiendo las
políticas reformistas y anti obreras practicadas por el gobierno de coalición
con el PSOE. Los ministerios de los que dispuso ejecutaron acciones que no
llegaron más allá de las promesas y de exiguas medidas asistencialistas, pero
sí incidieron en la división del movimiento obrero y feminista.
3.- LOS COMPROMISOS DE
PODEMOS.
El
elevado salto a los cielos en el mundo de la política se lo proporcionaron los
medios de comunicación burgueses que les dieron asientos y voces en sus
programaciones, desde donde sus líderes con
mucha altanería y arrogancia vendieron su imagen personal y la de un partido
progresista rompedor; se postulaban como una organización que venía a ocupar el
espacio de una izquierda débil y fracasada sin futuro.
La
inteligente diplomacia capitalista les colocó en una rampa electoral privilegiada
con el único objetivo de detener un movimiento social que ponía en aprietos a
un régimen borbónico inundado de corrupción y muy debilitado ante la opinión
pública por las fechorías de la casa real y de sus más altos cargos
institucionales.
La
élite mediática tenía claro cuando subirlo y cuando bajarlo del pedestal, a
sabiendas de que se trataba de un partido sin estructuras y sin ideología,
incapaz de resistir el ataque de los poderes fácticos en el momento que
decidieran tumbarlo, con unos dirigentes más preocupados por los puestos y
cargos en el parlamento y en otros establecimientos estatales.
A
pesar de toda la palabrería con la que llenaban las televisiones, no tenían
intenciones de modificar las leyes que garantizan la sacrosanta propiedad
privada; tampoco, poner en cuestión el carácter reaccionario de los aparatos
del estado heredados de la dictadura franquista, ni el desarrollo de la lucha
de clases que contribuyera a mejorar las condiciones sociales y laborales de
las clases trabajadoras o a combatir seriamente la precariedad y la pobreza
desde los presupuestos estatales.
Como
más tarde ocurrió, no tuvieron el minúsculo rubor para aceptar el régimen borbónico
del 78, colaborando y compartiendo mesa de manera muy estrecha con una “casta
política” a la que en sus discursos iniciales condenaban a las más oscuras
tinieblas del infierno político; sirva como anécdota, que no faltaron a las
festividades patrias mostrando amplias simpatías por la casa real y por Felipe
VI. En sus manifestaciones públicas expresaron una posición favorable a la UE,
a respetar los compromisos que tenía el Estado Español con la OTAN, organizando
la reunión de la organización terrorista en Madrid. Ni que decir tiene que
durante su presencia en el gobierno aprobaron el incremento de los presupuestos
para la compra de armas.
4.-ESTRUCTURAS
IDEOLÓGICAS Y POLÍTICAS. EL OBJETIVO DE
PODEMOS
Podemos
aceptó la monarquía, la bandera monárquica, el ejército, el aparato judicial;
no cuestionó el sistema educativo y no le importó la defensa del derecho de
autodeterminación de los pueblos. Nunca ha defendido desde sus sucursales
catalanas, vascas, gallegas, y andaluzas el derecho humano a la libre
determinación de las personas y los pueblos, componente democrático que nos
permita dar pasos hacia el socialismo;
Podemos
nunca ha metido miedo a la burguesía con propuestas que fueran contra el
derecho burgués de la propiedad privada, sobre la tierra, industrias, bancos,
culturas, universidades, control de la memoria histórica. Para nada consideró
combatir ideológicamente el fetichismo de la mercancía, se doblegó a la
vocación patriótica del reaccionario nacionalismo español impulsado por las
clases dominantes en cualesquiera de los pueblos de España. Hay que entender
que la burguesía defienda con ahínco el Estado Español puesto que es el espacio
territorial en el que llevan a cabo la producción de plusvalía y la acumulación
de capital.
Sin
embargo, no podemos sorprendernos de todo lo anterior cuando Podemos surgió
precisamente para paralizar todo el movimiento de lucha social que había
después del 15M y conducirlo al pantano del parlamentarismo como ha logrado
hacer; sacó el conflicto de la calle y lo metió en el parlamento consiguiendo
la normalización social o lo que es lo mismo la desactivación de las luchas
populares y la aceptación del régimen al que condenaba. La fuerza electoral que
se tenía en la calle desapareció al entrar en el parlamento y formar el
gobierno con el PSOE, todo quedó como una fuerza pasiva sin presencia activa,
sin respuesta de acuerdo con el impulso popular obtenido en las calles. Al
final, decepción de la política y desánimo de las clases trabajadoras y
sectores populares.
5.- CONCLUSIÓN
La
necesidad de una fuerza política que rompa con la socialdemocracia y los
populismos que encarna y reproduce.
Desde
hace muchos años, organizaciones surgidas en el siglo XIX (PSOE) y otras más
recientes (Bildu, BNG) surgidas tras el 15 M y años posteriores (Podemos, Compromís,
Sumar, etc.) vienen moviéndose en el interior del perímetro que encuadra a lo
que consideramos políticas socialdemócratas. Estas, no han cuestionado ni
cuestionan las dinámicas de explotación ni de la propiedad privada, ni tampoco desarrollan
las categorías y los conceptos que hacen posible una formación crítica de la
militancia muy necesaria en las perspectivas de futuro para la superación del
capitalismo.
El
reformismo socialdemócrata parte de que la explotación capitalista puede ser
gradualmente suavizada mediante la acción legal y parlamentaria, admitiendo que
el Estado burgués es
neutral e interclasista, y sus aparatos pueden ser transformado de modo
democrático a favor del proletariado sin ser destruidos, siendo para ello prioritario
intentar el colaboracionismo interclasista, el consenso y el acuerdo dentro de
las instituciones. No considera la relación entre la producción social y la
propiedad en pocas manos del conjunto de bienes y servicios producidos, ni
tampoco la relación entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las
relaciones de producción social.
Todo
esto pone claramente de manifiesto la necesidad de una fuerza de izquierda que
meta miedo en el contexto nacional e internacional a los propietarios de los
medios de producción. Un planteamiento en la lucha antiimperialista e
internacionalista no será eficaz sin la unidad nacional e internacional con
todas las fuerzas políticas y sociales que quieren transformar la sociedad, con
el agrupamiento de todas las organizaciones que realmente quieran cambiar las
relaciones internacionales y enfrentarse al imperialismo que hace la guerra en
múltiples variantes cognitiva, económica y militar.
Tenemos
que enfrentarnos a las decisiones del gobierno español, la UE y el imperialismo
americano que ahora nos obligan al incremento de los gastos militares. Los principales Estados
imperialistas, son los que promueven la militarización, el rearme y la guerra.
Para ello llevan a cabo un intenso trabajo a través de la cultura del miedo y
la represión sobre las clases explotadas al interior y exterior de sus países.
Potencian la destrucción de la diversidad cultural de los pueblos con la
propaganda de la manipulación informativa sectaria y mentirosa. Las consecuencias
en los servicios públicos y en el mundo laboral serán terribles, las
organizaciones patronales tendrán vía libre para endurecer las condiciones laborales
en los centros de trabajo; el Estado llevará a cabo una aplicación más
exhaustiva de la ley Mordaza y de las leyes contra la inmigración. El objetivo final
es compensar la caída de la tasa de ganancias derivada de la crisis económica agravada
con los aranceles del fascista Trump. Las guerras no son sólo militares,
también, empiezan a ser económicas, tecnológicas, financieras y comerciales,
aunque las llaman de otra manera para no asustar a los telespectadores.
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