Sin duda, la lucha de
clases más cruente, más brutal, más violenta es la que se desarrolla en
Palestina y en el Líbano. El pueblo palestino y el libanés con sus resistencias
armadas populares están haciendo frente en una lucha revolucionaria a un
poderosísimo ente criminal. El sionismo financiado por los gobiernos
occidentales que representan y actúan en nombre de las más criminales
burguesías del orbe, y como brazo ejecutor del imperialismo mundial está
empeñado en el exterminio de la población palestina. El objetivo es el control
de todo el territorio palestino para continuar con el dominio de todo el Oriente
Medio, sus tierras, sus estrechos y sus mares. El capitalismo necesita saquear
todos los recursos de gas, petróleo y minerales para sobrevivir a las crisis
que generan sus contradicciones materiales que le corroen y le pudren.
La destrucción de la
naturaleza es algo intrínseco al imperialismo que bombardea y arrasa a
Palestina; es el mismo capitalismo depredador que guiado por el beneficio
económico destroza la naturaleza, destruye la capa de ozono, contamina el aire,
seca los ríos y campos provocando la muerte de la fauna y la flora generando cambios
climáticos que ocasionan fenómenos atmosféricos que golpean con una violencia
inusitada, dando lugar a las migraciones masivas y matando a las personas, arrasando los
pueblos y arruinando la vida y las economías de las poblaciones trabajadoras.
Mientras tanto, los
parásitos ricachones que se reúnen para hablar del cambio climático en Bakú
pasan su tiempo pretendiendo mostrar la cara amable del capitalismo, nos venden ficticios derechos e hipotéticas propuestas ambientales para vivir
en un planeta más sano, pero imposible sin abandonar el lucro y la explotación laboral, pilares
de esta sociedad burguesa; no es posible conciliar la salud y el negocio de la muerte por
mucho que se quieran acoplar utilizando simpáticas triquiñuelas que rebosan falsos soplos de brisa oxigenada. En definitiva, mientras el capitalismo
sea el modelo de sociedad sobre la faz del planeta poco va a mejorar la salud
ambiental en el planeta, continuarán los desastres socioecológicos y seguiremos viendo el siniestro
rostro de la muerte.
Por tanto, no nos engañemos, esta gente que disfruta de los manjares de la vida en Bakú no puede ocultar lo que son, a quienes representan y lo que pretenden. Nunca podrán quitarse de encima el agresivo semblante de quienes chupan como feroces monstruos el sudor de las clases trabajadoras. Esos parásitos embrutecidos por el dinero y el odio, con sus caros ropajes y la simpatía de sus expresiones, pretenden ocultar la imagen sangrienta del imperialismo, esconder que son los mismos personajes que sostienen y organizan las guerras, las destrucciones de los pueblos, los golpes de estados y los asesinatos de hombres, mujeres y niños en Palestina. La urgencia de nuestros días derrotar al capital e imponer el socialismo, no hay otro camino.
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