Sara es una chica
marroquí con dos menores, uno de 3 años y una niña de 1 año con problemas de
autismo.
Los servicios sociales municipales
la han estado ayudando en cuestiones como el alquiler del piso, la luz y otros
elementos. Por supuesto que esto no es una solución que dé estabilidad a su
vida diaria. El hecho de tener que cuidar de su pequeña le limita el acceso a
algún trabajo que le proporcione ingresos para solucionar algunas de sus
necesidades más básicas.
A SARA le han quitado el
Ingreso Mínimo Vital (IMV) que cobraba porque no ha presentado en los servicios
de la Seguridad Social el DNI de su hija de un año. De este modo, aunque se dé
mucha prisa por solucionarlo va a estar un periodo de tiempo, esperemos que lo
más breve posible, sin ingresos.
La situación de angustia
y desesperación le impide dormir y descansar normalmente por lo que su estado
depresivo se incrementa ante tanta oscuridad. Sara está dispuesta a pelear, a
hacer cualquier cosa con tal de recuperar los ingresos que le proporcionaban el
IMV.
Esta mujer recibe
socorros de sus amistades, pero como es lógico no puede estar permanentemente
pendiente de las ayudas de amigos o de entidades caritativas, economatos o
bancos de alimentos, no quiere depender de asistencias caritativas.
La realidad es que el Ingreso
Mínimo Vital (IMV) pregonado por el poder político como elemento que acabaría con
la pobreza no está consiguiendo lo prometido, ni mucho menos, la mayoría de las
veces el acceso es superar un camino de obstáculos por la cantidad de los
requisitos burocráticos y otras veces, las cantidades de esta ayuda social son muy
insuficientes para que los pobres puedan vivir dignamente.
La pobreza, el empobrecimiento
general se extiende entre cientos de familias. Este estado de cosas se complica
por la crisis que pasan los Bancos de Alimentos. Este es otro factor que
contribuye a la caída en la pobreza más absoluta ya que en cierta medida los
Bancos de Alimentos actuaban como paliativos de un buen número de familias
pobres. Desde hace algún tiempo, especialmente en este año 2023, las cantidades
de alimentos por beneficiarios han descendido brutalmente. Al poder le importan
cada vez menos las familias pobres, hay que vivir con la miseria.
La leche y el aceite de
oliva han desaparecido de las bolsas que habitualmente se reparten desde la
Cruz Roja, por sus altos precios en el mercado, y en muchos sitios los estantes
de los bancos de reparto van quedando vacíos.
Los bancos de alimentos
suministran en toda España a más de un millón y medio de personas. Las
donaciones de colaboradores particulares a las despensas de los bancos de
alimentos han caído notablemente y como hemos señalado, por norma general, lo
que se puede entregar a las personas es una cesta incompleta al faltar leche y
aceite.
El Estado no puede ser
insensible a ver como las colas del hambre se incrementan con un número cada
vez mayor de trabajadores pobres y precarios que dependen de las cadenas de
alimentos para sobrevivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario