En síntesis, el desencanto con la política y con la democracia tiene raíces profundas que arrancan de los efectos devastadores que el capitalismo ejerce sobre las sociedades, cuyo efecto último es el acrecentamiento de las desigualdades sociales empobreciendo a los más pobres y concentrando la riqueza en una minoría social.
Las políticas conservadoras y socialdemócratas han
profundizado en las diferencias y no han sido capaz de resolver los efectos
negativos de las sociedades caracterizadas por la propiedad privada de los medios
de producción. No es posible un capitalismo más humano, antes o después se
desboca y vuelve a las andadas.
La única alternativa
para mejorar y hacer frente a estas arbitrariedades generadas por los efectos
devastadores de la sociedad dividida en clases es con más democracia popular; raíces
democráticas asentadas en el pueblo que sirvan como palancas capaces de
impulsar y avanzar hacia el establecimiento de los pilares del socialismo. De
otro modo, con el desencanto democrático estamos dando pasos a la entronización
de gobiernos antidemocráticos, gobiernos radicales de extrema derecha como
estamos viendo ya en algunos sitios.
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