La primera ronda de sanciones
económicas contra el gobierno de Putin, comienza por la decisión alemana de
paralizar el oleoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania sin pasar por
Ucrania. Instalación en la que la empresa rusa Gazprom ha invertido casi 10.000
millones de euros, suministro que acabaría con la venta de gas norteamericano
(mucho más caro), traído en barco a Europa por las multinacionales USA. Suministros multimillonarios que es mucho más
caro y que afectará al precio del gas, y por extensión del petróleo y de la
electricidad en toda Europa.
Sanciones que continúan con
medidas destinadas al aislamiento económico de las entidades financieras rusas,
bloqueando además la financiación en el mercado internacional de capitales de
su deuda exterior.
En palabras de Biden, Presidente
norteamericano, el objetivo es “aislar al gobierno de Rusia de la
financiación occidental, ya no puede recaudar dinero de Occidente ni puede
canjear su deuda en los mercados europeos”. Sanciones encadenadas, que son
la respuesta de las grandes potencias occidentales al reconocimiento por el
parlamento ruso de las repúblicas pro rusas de Ucrania.
El gobierno de Boris Johnson, en Gran Bretaña, ha sido el primero en
establecer sanciones contra los “oligarcas rusos” que forman “el corazón del
círculo íntimo de Putin y de sus bancos”, con la exigencia de que los rusos
retiren las fuerzas militares de sus propios territorios.
La guerra
económica de las grandes potencias que azuza el conflicto armado ha disparado
por lo pronto el precio del petróleo y del gas. El barril de petróleo está
próximo a los 100 dólares, y el gas puede multiplicar también su precio. La
destrucción y posterior control del mercado energético internacional, del gas,
del petróleo y la electricidad por los EEUU es, en sustancia, el primer móvil
de la guerra.
Los trabajadores y pueblos de
España no quieren la guerra imperialista, que afecta a Europa y a todo el
mundo, de la misma manera que rechazan abiertamente la presencia de bases
militares USA, y los gastos de armamento impuestos por la OTAN.
De ninguna manera somos neutrales
ante la guerra. La guerra imperialista, como la que las grandes potencias
pretenden llevar a cabo en las fronteras de Rusia, es la continuidad de la
opresión y de la explotación en todas las partes del mundo.
Las grandes potencias vuelven a
practicar, después de dos guerras mundiales que masacraron la humanidad, las
mismas políticas militaristas de destrucción económica, y ello por el hecho de
que su poder y sus negocios están en crisis y en abierta contradicción con las justas
reivindicaciones de los trabajadores y con el mismo progreso de la humanidad.
A 41 años del golpe político y
militar del 23F, (que vino a imponer las exigencias monárquicas y capitalistas,
de la UE y de la OTAN, a los partidos que forman parte del consenso
constitucional), la guerra imperialista, de la que participa el gobierno de
coalición, debe ser combatida con la más amplia movilización, que debe ocupar, conjuntamente con las
principales reivindicaciones sociales y políticas, el primer plano de la lucha
social y política, en defensa de los derechos democráticos y sociales:
Es la hora de la movilización contra la explotación y la guerra. No se
puede permitir que en medio de la recesión económica se empleen ingentes
cantidades de dinero en la compra de armas y en el mantenimiento de un ejército
para la intervención imperialista contra los pueblos del mundo. Por todo ello
hay que exigir un pronunciamiento a las Cortes Generales contra la guerra, por
la anulación de las sanciones y por el levantamiento del cerco militar a Rusia
que sólo perjudicará a los trabajadorxs y sectores sociales más humildes