El presidente de la Junta de Extremadura no se cansa de
pregonar las posibilidades que ofrece nuestro territorio para que se instalen empresas
y se genere un desarrollo y un progreso nunca visto. Estos planteamientos renuncian
a políticas propias, y toda la acción de gobierno lo supedita a decisiones
fiscales y administrativas para favorecer que vengan inversores que le saquen las
castañas del fuego. Insiste y se supedita a la confianza en el sector privado.
El gobierno regional concede pocas posibilidades a lo público,
quizás porque las políticas socialdemócratas no pueden recurrir a las ampliaciones
de las inversiones públicas ya que son inviables dado el actual marco económico
y financiero, en el que convergen con la poca capacidad económica de un Estado endeudado
hasta los ojos, y dado que las inversiones del sector privado no tienen mucha
confianza para instalarse en nuestra región, entre otras cosas por la crisis
actual de la acumulación capitalista.
Por lo que estamos viendo sólo las grandes empresas
eléctricas hacen su agosto instalando paneles solares para seguir dominando el
control y los precios de la energía eléctrica, a lo que se une el interés de las industrias extractivas que
quieren dar un salto en la industria del litio, para impulsar una nueva ampliación
de la reproducción del capital a costa de expandir el consumo de los coches
eléctricos, para lo que necesitan apropiarse de los recursos naturales del
territorio extremeño.
En todo caso, las directrices presupuestarias del gobierno de
Pedro Sánchez se centran en el incremento del militarismo y la industria de las
matanzas humanas. A la vez, con el apoyo sindical de CCOO y UGT, se realiza una
manipulación informativa para comernos el coco sobre el incremento de los
salarios de l@s trabajador@s de la función pública, cuando lo cierto es que van
a perder este año más del 6 % de su capacidad adquisitiva. En este orden de
cosas, hasta un sindicato como el CSIF se opone al acuerdo salarial firmado
entre el gobierno y sus sindicatos.
No obstante, el Estado burgués a pesar de la crisis tan
profunda que atraviesa para mantener su hegemonía y para que la gente acepte un
modelo político de lo menos malo, a base de propaganda manipuladora de las
mentes, nos hace ver su carácter social incrementando algunos gastos sociales, concediendo
pequeñas migajas para tapar la boca a quienes luchan por salarios y pensiones públicas,
y ciertas reformas fiscales que bajo el paraguas del beneficio a todos sólo
benefician a los más ricos y poderosos.
No podemos aceptar un modelo político que quiere ser lo menos
malo del capitalismo. El estado actual de cosas pone de manifiesto la necesidad
de un programa socialista que defienda la necesidad real de instituciones estatales
que trabajen, piensen, y que estén en manos y al servicio de las clases
trabajadoras.
Lo que está claro es que tenemos que
desarrollar una nueva comprensión de hacer política, que vaya más allá de la
comprensión del sentido común, que traspase los límites de las políticas
institucionales. Tomando independencia política como principio fundamental, es
imprescindible plantear otras formas de hacer política y desarrollar un modelo
de militancia que se adapte a ella.
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