Hay empresas que en algunos centros de trabajo consienten que
sus trabajadores se desenvuelvan en unas condiciones laborales totalmente
insufribles y esclavistas, de tal modo que desempeñan su actividad en un
ambiente de nubes de polvo y humedad; partículas que obstruyen los poros de la
epidermis, producen irritaciones en los ojos y atacan a los pulmones, acelerando
una posible pérdida de la calidad de vida.
El esclavismo no es una cuestión que atañe sólo a siglos pasados,
está presente en nuestros días y se manifiesta de muchas maneras, en la actualidad
al igual que en el siglo XV, el objetivo que determina sus movimientos siempre
es el mismo: la acumulación de capital.
A muchos dirigentes empresariales les preocupan poco las
condiciones laborales de sus trabajadores, lo que les interesa nada más es que
produzcan la mayor plusvalía posible.
Estos capitalistas dejan sus negocios en manos de quienes
desempeñan la función de guardianes de la fuerza de trabajo; son centinelas que
no se preocupan por otra cosa que no sea la eficacia de los procesos
productivos; su aspiración es la de presentar al jefe una buena hoja de
servicios; los buenos resultados del negocio es el máximo interés de estos protectores,
a quienes preocupan bien poco las condiciones laborales en las que se realizan los
trabajos.
El motivo fundamental para que estas situaciones ocurran es
que clase obrera lo permita, lo que suele ocurrir por miedo a la pérdida del
puesto de trabajo. La espada de Damocles aparece sobre sus cabezas ante el
mínimo intento reivindicativo. La solución a todo esto, es la unidad colectiva
de la clase obrera y la conciencia de clase; el individualismo no conduce a
nada; sólo siendo un ÚNICO SUJETO ante la clase dominante se pueden conseguir
derechos laborales.
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