A finales del mes de enero se celebra el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. La fecha del 27 de enero (de 1945) hace referencia a la liberación por el Ejército Rojo del campo de concentración de Auschwitz.
El holocausto (Shoá en hebreo) comprende todo un periodo político de la historia en el que el nazismo planifica, a partir de 1933, la persecución, detención y asesinato de millones de personas, comenzando por responsables políticos y sindicales de la izquierda, de judíos alemanes y de otras naciones de Europa. Represión que se extendió también a otras razas y pueblos, y a todo tipo de personas consideradas inferiores, como gitanos y apátridas, soviéticos, españoles considerados apátridas por acuerdo de Hitler y Franco, homosexuales, testigos de Jehová ...
La propaganda de los falangistas españoles, como pone de relieve la portada de la publicación “Águilas” de mayo de 1937 de Cádiz, publicita en portada y en grandes titulares alguno de sus objetivos fascistas y racistas, imitando en ello a los nazis: “Crearemos campos de concentración para vagos y maleantes políticos; para masones y judíos; para los enemigos de la Patria, el Pan y la Justicia. En territorio nacional no puede quedar ni un judío, ni un rojo...”.
Cada aniversario del Holocausto es aprovechado por los descendientes de las víctimas para rendir homenaje a todos y exigir verdad, justicia y reparación. Y a ellas el gobierno español suele acudir con las banderas monárquicas, las mismas que portaban los asesinos de las víctimas en su día fatídico. Situación chocante que hace referencia a la responsabilidad del Estado, como una cuestión aún pendiente de resolver. De forma que la autoría y/o complicidad con los crímenes no ha sido juzgada y sancionada, tal es el caso del franquismo, cómplice y aliado del nazismo durante la guerra española y la Segunda Guerra Mundial. Cabe destacar, además, la impunidad de otros estados como ha sido el caso del Estado francés de Vichí, aliado de los nazis; o el hecho de que nadie ha exigido responsabilidades a las grandes empresas norteamericanas que prestaron ayuda a Hitler, como fue el caso destacado de la Ford, General Motors, IBM, Standard Oil y otras.
La propaganda nazi y fascista dio a conocer su “Solución final” al problema judío, con toda una serie escalonada de medidas criminales. Reiterando medidas de represión iniciadas siglos antes por los Papas y altas jerarquías de la religión católica, y de la Inquisición, contra el pueblo judío, y otros. La limpieza étnica y religiosa constituyó la base de la configuración de nuevos estados como el de los “Reyes Católicos”. Estado moderno construido sobre la expulsión masiva de judíos y moriscos, sobre el racismo, la limpieza étnica y el monopolio religioso. La represión llevada a cabo en diferentes momentos contra las juderías en toda Europa se recrudeció durante la Edad Media mediante todo tipo de operaciones militares y de saqueo de bienes por el hecho de hacerles culpables de la peste, del secuestro de niños o de la misma miseria social. Los jefes de la religión católica, y el Papado en particular, utilizaron el antijudaísmo en todas partes para presentar a los judíos como culpables de todo lo que se les antojaba. Haciéndoles pasar de “pueblo elegido por Dios a pueblo maldito”. Lo cierto es que el antijudaísmo ha sido durante siglos un recurso muy manido de los poderosos, a fin de desviar el descontento social de las capas populares.
El fascismo y el nazismo utilizaron la misma estratagema: La operación antijudía del nazismo se extiende, sobre todo, superando las fronteras alemanas con la invasión de Polonia de 1939, que supuso una matanza colectiva de población; invasión que fue ejecutada tras el pacto germano-soviético conocido como “Pacto Molotov-Ribbentrop”. Fue el inicio de las operaciones de la Segunda Guerra Mundial, que fueron multiplicándose con el establecimiento de grandes guetos raciales como el de Varsovia, y concentrando cientos de miles de personas en numerosos campos de concentración. En 1941 se lleva a cabo la mayor liquidación física de judíos de toda Europa, con el funcionamiento de campos de trabajo y muerte.
Cuando la derrota militar del nazismo se hacía evidente con el avance del Ejército Rojo, los dirigentes nazis organizaron las conocidas como “Marchas de la muerte”, que supusieron el traslado y asesinato masivo de detenidos de los campos de concentración.
La Iglesia católica colaboró abiertamente con el nazismo y el fascismo, y en particular, con la España de terror de Franco y sus herederos. En Alemania el Estado fomentó una Iglesia vinculada al Tercer Reich. El Vaticano se convirtió en instrumento religioso internacional, tanto del nazismo como del fascismo, de manera que al Papa Pío XII se le llamó el “Papa de Hitler”.
En el año 1933, el Vaticano y el III Reich, firmarían un concordato asegurando privilegios para la educación controlada por las instituciones de la religión católica, con todo tipo de prerrogativas y distinciones para la jerarquía eclesiástica alemana. La Iglesia alemana difundía la teoría de que el nazismo era la continuidad del Sacro Imperio Romano Germánico, capaz de hacer frente al marxismo y al judaísmo. Los verdugos más famosos, como es el caso del Doctor Mengele, se declaraban creyentes y católicos. Ese era también el caso de numerosos jerarcas.
Relaciones entre la Iglesia, el nazismo y el fascismo que, en forma degenerada, llega hasta nuestros días en forma de Misas por Hitler, por Franco y por Mussolini, que se han celebrado en el mundo entero y en España aún se siguen celebrando. Expresión de que aún comparten un pasado histórico en buena medida oculto, y sobre el que no se ha hecho justicia en muchos casos. El Estado Vaticano no ha dado nunca cuenta de ese conflicto y sus responsabilidades ante la justicia, a diferencia de lo sucedido con algunos de los jerarcas nazis y fascistas en Alemania e Italia, que fueron juzgados y condenados por crímenes de “lesa humanidad”.
El franquismo, que quiso enraizarse en la herencia histórica, racista y antisemita de los Reyes Católicos, manejó una leyenda rosa, y exultante del pasado imperial: ¡“de Isabel y Fernando, el espíritu impera”! El franquismo y la Iglesia colaboraron y participaron en el holocausto nazi, después de haber ejecutado el holocausto de millones de víctimas del pueblo español.
El historiador Paúl Preston, autor de “El Holocausto Español”, da cuenta de dicho holocausto en el capítulo titulado “Sin perdón: juicios, ejecuciones, cárceles”, que comienza diciendo: “Franco había demostrado, tanto por la naturaleza de su lenta estrategia militar como por sus numerosas declaraciones en público y en privado, que estaba haciendo una inversión en terror. Así lo había puesto de manifiesto tanto con la naturaleza de su campaña bélica, como en las numerosas entrevistas públicas y privadas, en las que había expuesto ese propósito. Desde que a principios de abril de 1939 tuvo a España entera en sus manos, la guerra contra la República iba a prolongarse por otros medios; no en los frentes de batalla, sino en los tribunales militares, las cárceles, los campos de concentración, los batallones de trabajo, e incluso entre los exiliados. En un primer momento las principales tareas consistieron en la clasificación y el castigo de los que se habían concentrado en los puertos de Alicante y Valencia, la limpieza de las provincias que acababan de caer bajo el control de los rebeldes y la organización de cientos de miles de prisioneros en batallones de trabajo. A largo plazo para institucionalizar la victoria de Franco, el objetivo principal era perfeccionar la maquinaria del terror de Estado que iba a proteger y supervisar esa inversión original. Por esa razón, el estado de guerra declarado el 18 de julio de 1936 no se levantó hasta 1948”.
Desde 1945 se realiza un reordenamiento internacional sobre el dominio de los EEUU, en el marco de la colaboración política y pacífica pactado con la URSS y otras potencias, que dan lugar a los acuerdos de división y reparto del mundo entre las potencias vencedoras.
Cuando se vislumbrada el fin de la Guerra Mundial y la derrota nazi y fascista, la diplomacia de la dictadura franquista, giró con la Iglesia de forma conjunta hacia el campo e intereses de los Aliados, pactando con los EEUU la sumisión de su régimen; situación que aún perdura. El negacionismo de los graves crímenes de lesa humanidad del fascismo y del nazismo se convirtió, con los pactos que siguieron a la segunda Guerra Mundial (de Yalta, Potsdam y Teherán) en política internacional de los vencedores, que fue hecha suya como razón del “Nuevo Estado” de Franco, que la Monarquía y sus colaboradores mantienen todavía a toda costa.
Frente al olvido e impunidad de los crímenes de guerra y lesa humanidad del nazismo, del fascismo y del franquismo, es necesario seguir reclamando Verdad, Justicia y Reparación para tantos millones de víctimas.
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