La pandemia está causando una fuerte mella en las
personas jóvenes, aunque su situación antes de la pandemia no era ni mucho menos ideal.
En el caso de Extremadura, las encuestas ofrecen
datos en los que el 47 % de la población juvenil extremeña está en paro.
Además, casi el 44 % de quienes trabajan se encuentran en la
pobreza; sólo un porcentaje mínimo de los contratos, del orden del 3 o 4 % son
a tiempo completo, la inmensa mayoría son empleos temporales, y en muchos casos ocupan puestos de trabajo inferiores a su cualificación, lo que
significa salarios menores.
Todo esto implica que se independicen cada vez más
tarde y que dependan de las ayudas de sus padres, y que difícilmente
puedan comprar o alquilar una vivienda. Las personas jóvenes
aspiran a un trabajo decente, que les permita la suficiente seguridad en su
trabajo como para construir su vida.
Las personas jóvenes están sufriendo muy especialmente
las consecuencias económicas de la pandemia, y las medidas contra el Covid han
empeorado las cosas perdiendo las esperanzas de
emplearse. También, se han visto afectados en sus estudios, y muy duramente
desde el punto de vista mental. Según los expertos los sentimientos depresivos
han aumentado entre las y los adolescentes y la ansiedad es a todas luces más
importante en la franja de edad comprendida entre los 18 y 34 años que entre
las personas de más de 35 años.
A estas edades son muy importantes las relaciones sociales.
Si las personas jóvenes no tienen la posibilidad de juntarse en grupos en la
escuela, en los bares, organizaciones juveniles o en actividades deportivas, se
les priva de un elemento esencial de sus vidas. Como por ahora se vacunan lentamente
Los recientes debates en la asamblea de Extremadura nos han dado a conocer que no se van a tomar iniciativas públicas, ni se ofrecen alternativas atractivas serias que den esperanza a esta población juvenil; seguirán sometidos al concurso de abusadores públicos: eléctricas, telefónicas, inmobiliarias, bancos, juzgados, medios de comunicación, partidos políticos que mienten, pero sin que nadie les ofrezca un futuro.
Los gobiernos,
tanto el regional como el nacional, deben acometer políticas públicas en
empleos y viviendas que prioricen a este grupo vulnerable, y les ofrezcan
perspectivas de futuro en nuestra tierra, para evitar la sangría emigratoria.