Un colectivo de personas trabajamos en la construcción del SINDICATO
25 DE MARZO. No tenemos ninguna duda de que con esfuerzo y sacrificio
lograremos que se vaya organizando este movimiento de clase y extendiendo poco
a poco a las diferentes zonas de la comunidad extremeña. Estamos convencidos de
la prioridad que tiene para la clase obrera disponer de una herramienta de
lucha, de un instrumento poderoso contra la explotación capitalista.
En este orden de cosas, el jueves por la tarde, 29 de julio,
realizamos una asamblea con trabajadores y trabajadoras de las centrales
hortofrutícolas en la localidad de GUADIANA. Con esta asamblea queríamos
expresar nuestra solidaridad con la trabajadora que había sido despedida de la
central hortofrutícola TORREALTA por negarse a las durísimas condiciones
laborales que le imponía la dirección de la empresa que también se reproducen en otras centrales
y centros de trabajo propiedad de estas grandes industrias; además, nos
hacíamos eco de la no existencia de un convenio colectivo del campo que las
organizaciones patronales agrarias encabezadas por AFRUEX se niegan a negociar.
Las diferentes intervenciones que se dieron en la asamblea acentuaban
el sustrato que conforma muchos aspectos de las relaciones sociales que se dan
en las localidades extremeñas. Las relaciones clientelares se describieron y
denunciaron con enorme valentía por la trabajadora despedida, algunas de sus
compañeras y un campesino ya jubilado que contó el daño sufrido en sus
relaciones comerciales con la central hortofrutícola mencionada.
Así, latía en el ambiente las denuncias a las muestras de
caciquismo que aún perduran en nuestra tierra; peculiaridades que se mantienen
en el tiempo como brasas que aún chisporrotean entre las cenizas residuales del
feudalismo. Los poderes fácticos que subyacen a este entramado social heredado
de siglos precedentes poseen múltiples aristas que se ramifican y se
materializan en las instituciones, en las fuerzas del orden, en los centros de
trabajo y en numerosos aspectos que condicionan la vida local.
Lo que revelaba Joaquín Costa allá por finales del siglo XIX acerca
del contenido humano de quienes integran estas estructuras caciquiles sigue
estando muy vigente en la actualidad. Los valores que alimentan al típico
oligarca reaparecen una y otra vez, con unos rasgos particulares de acuerdo a
la época pero que mantienen la esencia de la tiranía reapareciendo en grupos de
gente muy heterogéneas, desde profesionales que están ligados a la política,
industriales, terratenientes, hasta casos muy conocidos de abogados.
Por norma general, esta gente se ha enriquecido en un pequeño
espacio de tiempo, han acumulado un considerable patrimonio y un capital que no
ha caído del cielo, ni por su buena voluntad, ni por su inteligencia natural o comercial,
sino gracias al esfuerzo, sudor y sangre de la clase obrera.
El camino vital de estos señores, en lo que se refiere a lo
laboral y gremial, se suele iniciar con el desempeño de labores administrativas
y luego, tareas jurídicas; gracias a sus continuos vasallajes y chaqueteos
aduladores llegan a ser expertos en el oficio de lustrador de quienes ocupan
las posiciones de poder político y económico institucional.
Las relaciones clientelares que establecen con grandes dosis
de paciencia y docilidad les atribuye determinación, confianza y apoyo material
para introducirse en la actividad empresarial.
La carrera hacia el dinero y la riqueza se planifica siempre
con la idea de extraer la máxima plusvalía de la fuerza de trabajo; de este
modo, comienzan aprovechando el excesivo desempleo que sufre la clase
trabajadora agrícola, imponiendo durísimas condiciones laborales que recuerdan tiempos
pretéritos en el que con el ordeno y mando se rebasaban los límites propios del
esclavismo.
La acumulación de capital les dota del monopolio suficiente en
el mercado de trabajo local para seguir abusando y enriqueciéndose. También, es
de conocimiento popular que el uso de la desigual formación y capacidad
jurídica, y con el apoyo tácito de las instituciones regionales, encarrilan y
empujan a la ruina a los pequeños campesinos a los que posteriormente compran
sus tierras.
Algunos de estos propietarios se ponen muy nerviosos cuando
observan que los trabajadores y trabajadoras se organizan para oponerse a las
leoninas condiciones laborales que les quieren imponer. Es lo que está ocurriendo con el sindicato 25
de MARZO. Lo que les da miedo no es que tengan que incrementar en algunos euros
el pago de salarios, al fin y al cabo, eso es pecata minuta para el dinero que
piensan ganar, lo que les molesta, lo que más temen, lo más terrible para ellos
y lo que les preocupa es la organización de la clase obrera, el SINDICATO 25 DE
MARZO.
Esta gente no entiende que la explotación y los abusos
laborales tienen que finalizar, no pueden ser la moneda corriente que mueva el
mecanismo de su acumulación de capital. El pánico nace cuando el conflicto sale
a la superficie y las sanguijuelas que viven chupando la sangre presienten que
pueden ver arruinada su codicia.
La tarea de construcción del sindicato 25 DE MARZO es una urgencia fundamentalmente por dos
razones, como organización de lucha capaz de organizar las movilizaciones de
resistencia ante la opresión que muchos caciques imponen como ofensivas por la
negociación de un convenio colectivo y unas condiciones laborales que recoja
los intereses de las clases trabajadoras en el campo.
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