Se prorroga el estado
de alarma con menos apoyos
Por cuarta vez
consecutiva el gobierno logra prorrogar un estado de alarma a su medida, aunque
para ello tiene que romper con aquellos partidos que posibilitaron la
investidura. No se trata de un desacuerdo fundamental sobre el tratamiento de
la pandemia, sino de la negación de los mecanismos democráticos y sociales más
eficaces para hacer frente a la dramática situación de salud pública, de paro y
miseria que se viene encima. El apoyo de Ciudadanos al Gobierno no es gratuito
políticamente hablando: supone avanzar un acuerdo institucional y
constitucional para que nada cambie, no solo por lo que pueda venir, sino y
también para que nada se mueva, y proceder así a cerrar el diálogo con los
republicanos y nacionalistas catalanes.
Las mayorías
políticas en apoyo de un plan y de una política determinada, aunque tengan un
punto de partida coyuntural, fijan objetivos a lo largo de un sendero más
general. Los militantes socialistas, que habían hecho la experiencia de lo que
significaba “Ciudadanos”, le pusieron a Sánchez el veto: “¡Con Rivera, no!”. Y
ahora tenemos que escuchar los sonoros aplausos de Unidas Podemos a la “derecha
responsable” de Inés Arrimadas. Siempre a la búsqueda de alianzas con la
derecha “democrática” inexistente, el gobierno se sitúa con el voto de Arrimadas
en el espacio político de las alianzas interclasistas a tejer en defensa de la
monarquía y del sistema de explotación y opresión para que nada cambie; para
que la recesión y la crisis que se ha destapado con la pandemia del coronavirus
la paguen también los trabajadores y pueblos. Arrimadas no ha venido con sus
diez diputados a regalar su voto sino a venderlo; no se propone tanto sostener
el gobierno de coalición debilitado por la falta de los apoyos que le
instituyeron, sino a fundamentar la necesidad de colaborar abiertamente a la
hora de sostener un régimen político en descomposición y preservar sus alianzas
con la Unión Europea y la OTAN.
Las políticas que se
emplearon en la crisis de 2008, en la “gran recesión”, vuelven a aparecer
envueltas en el nuevo celofán de la pandemia. La financiación que se necesita
para defender las condiciones de vida y trabajo no aparecen por ninguna parte.
La dependencia financiera y monetaria y de la Unión Europea nos ahoga
económicamente, y nos vuelve a poner a los pies de la Troika y sus banqueros. Las
grandes potencias, pese a su inmensa deuda -en particular EEUU y Japón- no han
dudado en poner a toda velocidad la maquinaria de producción de dinero sin
soporte alguno, para financiarse directamente y financiar las grandes entidades
sin acudir a los bancos como mediadores. El Banco Central Europeo, por su
parte, solo financia a los bancos privados para que estos hagan el agosto con
la deuda pública estrangulando sectores de la economía y de la actividad de
cada país, que necesita acudir al mercado de capitales para financiarse. La UE
es el gran negocio de los banqueros a través del instrumento de ajuste y
opresión que representa el euro contra los trabajadores y pueblos.
Hay que sacar las
lecciones de la crisis de 2008 que nunca llegó a ser superada hasta que
desembocó en el parón del coronavirus. Y la primera enseñanza es que nunca se
puso en marcha un sistema de financiación democrático basado en la soberanía
nacional y popular. Por el contrario, se impusieron desde el poder, y en la
mayoría de los casos por consenso, políticas de destrucción económica y
regresión social para salvar a cualquier precio los bancos y grandes empresas.
Por tanto, lo que se prepara ahora por parte de los gobiernos, de uno u otro
color político, son las nuevas medidas de ajuste que empujan al recorte y a la contrarreforma
social. Es decir, una nueva ofensiva de desigualdad, de precariedad …, basada
en el exterminio de toda forma democrática y del ejercicio de la autonomía
nacional, regional y local, imponiendo con la represión la recentralización
cesarista de las instituciones del Estado.
La Unión Europea de
banqueros y capitalistas no duda en que hay que hacer frente a “la depresión
económica más importante de su historia”, y el país que se hundirá con más peso
en la depresión será el Reino de España, seguido de Italia, Croacia, Francia … El
comisario de Economía de la UE, Paolo Gentiloni, lo expresó en la frase
siguiente: “De la noche a la mañana, la actividad económica se reducirá un
30%”. Y la consecuencia económica será, entre otras, la de una deuda del
120% del PIB de España, que someterá a los sectores obreros y populares a
condiciones todavía desconocidas de explotación y opresión.
Este tiempo
extraordinario precisa de la más amplia movilización y reorganización política
y sindical, sin renuncia alguna a los objetivos democráticos y sociales que son
propios de los sectores que no puede consentir lo que se les viene encima.
Actuar de forma
independiente de las políticas de Estado, de los consensos de la izquierda y la
derecha oficial del régimen, se convierte en una cuestión de vida o muerte para
la construcción del nuevo partido socialista. Y en el centro de toda política
independiente, comenzando por aquellas expresiones que se contienen en las consignas
reivindicativas de un necesario plan de urgencia que proteja de forma efectiva
los salarios y las viviendas, la educación y la sanidad pública y universal,
está la cuestión de la monarquía o la república, que concentra todos y cada uno
de los problemas y soluciones. Lo que alimenta a la derecha y a la extrema
derecha es la complicidad de la izquierda oficial con los planes del capital, y
la defensa antidemocrática del poder de la monarquía heredera de Franco.
Es de destacar en
estos momentos políticos -que son los del confinamiento obligatorio- el hecho
de que se ha realizado una amplia encuesta on-line sobre la valoración
de la monarquía en todos los territorios. Encuesta que el CIS, en manos del
PSOE, se niega a realizar desde 2015, temiendo resultados contrarios a las
políticas pro monárquicas de sus dirigentes, que representan la parte más
amplia de la casta política vinculada a los privilegios clientelares del
régimen. en las consignas reivindicativas de un necesario plan de urgencia que
proteja de forma efectiva los salarios y las viviendas, la educación y la
sanidad pública y universal, está la cuestión de la monarquía o la república,
que concentra todos y cada uno de los problemas y soluciones. Lo que alimenta a
la derecha y a la extrema derecha es la complicidad de la izquierda oficial con
los planes del capital, y la defensa antidemocrática del poder de la monarquía
heredera de Franco.
Desvela también la
encuesta que el mito de la Transición de la “monarquía democrática” -de la
monarquía que nos salvó de la dictadura y del golpe de estado del 23 de febrero
de 1981-, se ha venido abajo; de forma que una mayoría de los encuestados
estima como negativa la restauración monárquica realizada por la izquierda y
derecha a través de los pactos constitucionales. Pone, así mismo, de manifiesto
que una mayoría absoluta de la población se pronuncia por la república. La
encuesta muestra que el PSOE está profundamente dividido sobre la cuestión, y
da a conocer que el 55% de sus votantes prefieren la república, mientras que
sus ministros hacen carrera por la monarquía.