SOBRE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA.
Por ALEJANDRO CAPUANO TOMEY . Partido Socialista Libre Federación
Cuentan que cuando le preguntaron a Confucio qué es lo
primero que haría de ser el soberano de todo el mundo, contestó: poner en orden
el significado de las palabras. Este axioma debería regir interpretación y
análisis de las cuestiones más importantes para la vida de las personas deben
tener un enfoque y una definición que evite interpretaciones de parte, como es
el caso que hoy nos ocupa: la soberanía alimentaria.
La Declaración de Nyéleni (Mali) estipula que: La soberanía
alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente
adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible, y a decidir su propio
sistema alimentario productivo.
Si tomamos y hacemos propios estos principios la conclusión
es que en España nuestra situación, como la de muchos países integrados en la
Organización del Comercio Mundial, la Unión Europea y otras organizaciones
globales es abiertamente contraria. Ya no se trata de una confrontación entre
países sino de los derechos de los pueblos frente al poder de las corporaciones
que dominan la producción y la distribución a escala mundial.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que la
transformación va de la mano de un cambio de sistema y de una política valiente
que legisle en favor de los intereses de la gente.
Estos cambios deben ir desde el origen de las semillas hasta
la mesa del consumidor porque esta es la trazabilidad que debemos establecer y
reforzar con leyes, comenzando por poner en orden la casa principalmente
derogando privilegios y complicidades.
En España, más de 600.000 dueños de campos cobran de la UE
sin trabajarlos frente a los 250.000 que sí lo hacen (*). Propietarios de
tierras y de zonas de pasto que no explotan, pero cuya titularidad les permite desde
hace casi dos décadas llevarse una parte importante de los de casi 4.000
millones de euros de la PAC (Política Agraria Comunitaria) que la UE reparte en
España a través de los llamados “derechos históricos”.
La diferencia entre lo que se le paga a los agricultores y el
precio en los lineales de cualquier de las grandes superficies puede llegar,
como en el caso de las patas y las cebollas, a multiplicarse por ocho.
Los métodos de cultivo y tratamiento de tierras con derivados
del petróleo y transgénicos, la estrategia de las grandes corporaciones de
obligar a la siembra por países (como es el caso de la soja en Argentina y
Brasil), las importaciones que no cumplen con los parámetros de calidad,
sanidad y las condiciones laborales de los agricultores ejerciendo un dumping
de libro y los alimentos elaborados que facilitan su transporte internacional
aumentando la contaminación por plásticos y la posición dominante de las
grandes empresas de distribución globales no sólo tienen efectos devastadores
en materia económica.
La depauperación de la
vida en el campo es un elemento que ha causado la despoblación de las zonas
rurales, ha cambiado los hábitos alimentarios y la desaparición progresiva de
productos autóctonos.
Existen ya muchas prácticas exitosas en materia de Soberanía
Alimentaria, especialmente en algunas naciones de América Latina, en los países
nórdicos, por ejemplo. Pero ningún cambio será posible sin un cambio de
paradigma, sin promover las ferias y mercados de proximidad, sin una adecuada
logística cooperativa y una justa y equitativa distribución de los beneficios.
Esta es la apuesta del PSLF: una visión global para actuar en
lo local, cambiar el actual sistema para desplegar e implantar una verdadera
soberanía alimentaria. Y eso, le pese a quien le pese, se consigue haciendo
política para el pueblo y no a pesar del pueblo.
Alejandro Capuano Tomey Partido Socialista Libre Federación –
PSLF
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