Puntos tangenciales
fundamentales concentran la crisis de Estado. Los partidos mayoritarios que
componen el armazón del sostenimiento del régimen del 78 son los principales
obstáculos para la solución democrática, lo que más pronto que tarde conducirá
a la quiebra de la actual representación política. Los dirigentes del PSOE se
reiteran por tercera vez, bajo la monarquía, en el fraude político continuista.
Hablan de democracia y de cambio para sostener la corrupción de Estado. Algo
que ya se conoció con el gobierno de Felipe González y más tarde con Zapatero,
y se repite ahora, en peores condiciones, con el gobierno de coalición de
Sánchez e Iglesias.
Las cúpulas del PSOE
y del PP tratan de impedir, cada cuál a su manera, que la monarquía pueda ser
investigada políticamente mediante la formación al efecto de una Comisión de
investigación de las Cortes Generales, y mucho menos aún, que pueda ser juzgada.
Desde el pasado mes
de marzo en que se produce el enfrentamiento entre Felipe VI y su padre por el
conocimiento público de actividades de corrupción institucional, los partidos
políticos que vinculan su suerte a la institución han sido incapaces de dar
respuesta a los problemas planteados, y estos no han dejado de agravarse.
Este es el
primer punto tangencial de la crisis: el encuentro contradictorio de las exigencias democráticas de lucha
contra la corrupción y el abuso de poder, de una parte, enfrentado a los
privilegios institucionales y constitucionales de la Jefatura del Estado, de
otra.
El segundo punto tangencial de crisis lo constituye la incapacidad de la supuesta
democracia española, que es la de sus representantes, para juzgar los crímenes
históricos del franquismo, de la dictadura y la transición, hasta nuestros días;
por lo que el gobierno de turno se repite una y otra vez con leyes de impunidad
y punto final, como la que acaba de aprobar el gobierno bajo la denominación de
Ley de “Memoria Democrática”. Toda una estafa para las víctimas y sus familias,
para todos los partidarios de la democracia y la justicia, después de 43 años
de olvido e impunidad. Una situación aberrante que amenazan con prolongarse.
Ambos puntos citados vienen a poner de
manifiesto el enfangamiento de la casta política del régimen, que se concentra en
los dirigentes del PSOE, como ocupantes de las mayores responsabilidades de
gobierno. Incapaces de hacer compatibles el art 1.2 y el 1.3 de la Constitución
Española del 78, donde se establece que “la soberanía nacional reside en el
pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”; y el siguiente por
el que se impone que “la forma política del Estado español es la Monarquía
parlamentaria”. Una monarquía que se sitúa por encima del parlamento y de
su control. La crisis de Estado se profundiza sin solución democrática a la
vista entre lo que de una parte se establece y de otra parte se impone.
Desde hace meses se han congelado varias
querellas por delitos de corrupción contra el exjefe del Estado, actual emérito,
que afectan a la institución monárquica en su totalidad, porque se trata del
manejo de los bienes de todo tipo que están registradas en paraísos fiscales a
nombre de la familia real en su conjunto; denuncias que deberían ser juzgadas
mediante tratamiento especial ante la Sala Civil y Penal del Tribunal Supremo
por el aforamiento especial. Contra este procesamiento, impidiendo su
investigación parlamentaria, se han levantado todos los obstáculos por parte del
gobierno, aludiendo a la inviolabilidad de la jefatura de Estado y la no
responsabilidad de la persona del Rey. Argumento sacado de una interpretación
interesada del texto constitucional para impedir que se proceda a la
investigación política de dichos asuntos en las Cortes Generales.
Hay que decir que la inviolabilidad que se reclama,
del art. 56.3 CE no es sino una “inmunidad de función”, que protege al titular por
los actos públicos ejecutados por sus funciones, y no por sus actos privados o
públicos que nada tienen que ver con sus funciones constitucionales. De ello se
deduce que tanto el emérito, como los demás miembros de la Casa Real, si
también estuviesen relacionados con delitos de corrupción y abuso de poder -como
puede resultar de la investigación en curso-, pueden y deben en democracia ser
investigados por las Cortes, como parece que lo está haciendo la fiscalía del
Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional.
Las limitaciones del
texto constitucional se han convertido en supuesto motivo de estancamiento
político y judicial, generalizado y permanente, que no tiende sino a la
agravación. El derecho internacional, del que la legislación española depende,
establece en el Convenio de Viena que los jefes de Estado son inmunes solo por
las funciones propias de su cargo. Y ello debería ser suficiente para los
monárquicos empedernidos.
A todos los efectos,
la única solución democrática es que la soberanía, que reside en el pueblo, no
quede ahogada y sometida por la imposición de la forma política monárquica, a
la que en particular se aferran tanto los dirigentes del PSOE y del PP, que no
hacen otra cosa que defender la herencia franquista establecida en el poder de
los banqueros, del IBEX 35, concentrado en la Corona. Un poder político incontrolable,
que para Sánchez no debe estar sometido ni a las Cortes ni a las leyes.
El segundo punto tangencial de la crisis de
Estado se resume en la incapacidad congénita de los gobiernos del régimen, sean
del color que sean, sea o no de coalición, de juzgar de una vez por todas los crímenes
del franquismo de acuerdo a las exigencias del derecho internacional y
humanitario, como se pone de manifiesto con el nuevo anteproyecto de ley de “Memoria
Democrática”. Los esfuerzos del ejecutivo por asociar a los colectivos y
asociaciones de víctimas a las subvenciones de Estado -que es tanto como
someterlas a la razón de Estado-, llevan a la negación de la Verdad, la Justicia
y la Reparación judicial, tal y como de nuevo establece la Ley de “Memoria Democrática”.
La última pirueta del
proyecto de Ley de “Memoria Democrática” pasa por las actuaciones del principio
de JUSTICIA, por el que se viene a garantizar el derecho a la investigación de
las violaciones de derechos fundamentales desde la guerra y la dictadura, hasta
la aprobación de la Constitución. Por lo que se determina la creación de una
Fiscalía de Sala de Memoria Democrática, que se va a dedicar a investigar las
denuncias que se presenten. Todo para impedir y volver a negar el derecho a
juicio justo, obviando en la nueva ley la imprescindible judicialización, que se
constituye en la primea exigencia del derecho internacional, tal y como se
estableció con los juicios contra el nazismo y el fascismo de Nuremberg y Tokio.
La utilización de la fiscalía para impedir juicios que establezcan la Verdad, la
Justicia y la Reparación, como demandan las víctimas, representa el más difícil
todavía de las políticas de impunidad del régimen monárquico.
Los trabajadores de
la sanidad, los de la enseñanza están en disposición de decir ¡basta ya! a las
políticas de miseria social de unos y otros, participando unitariamente en las
movilizaciones convocadas y en la huelga general que abren el camino a las
soluciones democráticas y sociales que se demandan.
¡Romper con la
monarquía y sus privilegios! ¡juzgar e investigar en Cortes las corruptelas y
abusos de poder de la Corona! Estas son las primeras demandas de unidad, que se
constituyen en este momento en la exigencia democrática y social de todas las
organizaciones, sindicatos y partidos que se reclaman de las demandas y
aspiraciones de trabajadores y pueblos.
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