lunes, 27 de abril de 2020

LA NECESIDAD DE SUPERAR EL RUBICÓN


LA RESTRUCTURACIÓN POLÍTICA Y ECONÓMICA

 Ildefonso Gómez



La crisis del coronavirus 2020 en la que hemos entrado desde hace un tiempo parece ser un proceso de destrucción y regresión largo y difícil de superar por aquellos sectores sociales más explotados y oprimidos. Sólo podemos hablar de las primeras lecciones que se derivan de la experiencia vivida en la mayoría de países del mundo, pero son de tal calado que no pueden dejar de convertirse en los fundamentos de una nueva práctica política. 

Hoy por hoy no podemos sino partir de la realidad, de los hechos: de millones de afectados, del caos sanitario generalizado provocado por el desmantelamiento y privatización de los servicios sanitarios, del saldo de centenares de miles de muertos. Del cierre de fronteras, países y ciudades, desarmando toda resistencia obrera y popular, poniendo las sociedades a los pies de los cuerpos policiales y militares con medidas que conculcan derechos fundamentales. 

Y la economía más en manos que nunca de los financieros y especuladores, economía que se vuelve a tambalear como no lo hacía desde 1929.La locura se ha instalado en el poder de los Estados, donde se emite un motón de dinero sin valor alguno: en todo el mundo se produce un 70% más de los alimentos necesarios, pero cada día mueren 40.000 personas de la gran pandemia del hambre, con 800 millones de personas subalimentadas. 

Que todo siga igual pero mucho peor, este parece ser el lema de los gobiernos que confían en las reglas del capital financiero, y las transmiten y ordenan en beneficio de los de siempre. Grandes sumas de dinero se han emitido por los bancos centrales en provecho de los bancos privados para multiplicar el pozo sin fondo de la deuda pública de cada Estado. 

Pero en muchos casos nada puede seguir igual, y el caso de España y su Corona impuesta no es una excepción. Desde la planificación del reparto de tareas de producción y servicios establecida por la burocracia de Bruselas a nuestro país de países le había tocado ser el solar de disfrute del turismo europeo e internacional. De sobra conocida es la expresión de que para Bruselas España es poco más que un territorio de camareros. Para ello se destruyó conscientemente la industria, y una buena parte de la agricultura, ganadería y pesca…Todo se apostó al número del turismo, el mismo que ha sufrido un golpe muy grave con la pandemia internacional del coronavirus. El turismo, la construcción de segundas residencias; los transportes y la hostelería representan algo más de la tercera parte del PIB español ¿Y ahora qué? 

El gobierno reclama a Bruselas bonos para financiar el desastre de sus políticas comunitarias, pero nadie está dispuesto a financiar crisis ajenas, y aún menos financiar en un Estado que gasta más que ningún otro en Casas Reales, Iglesias y en casta de políticos y sindicalistas bien pagados, gastos que se han multiplicado por encima de cualquier país de Europa, y todo ello para darle alguna base (clientelar) de sustentación material al régimen del 78.

En los confines de Europa se habla del necesario rescate de España, un Estado que carece de los medios económicos y políticos para hacer frente a las consecuencias de la crisis 2020. Un Estado que encuentra más fácil pedir fondos a Bruselas para depender aún más de los banqueros europeos que de poder fabricar algo tan simple como una mascarilla sanitaria. De la actual descomposición deben surgir las fuerzas que promoverán un nuevo orden. La reconstrucción económica es imprescindible, lo que implica la reindustrialización, y el aprovechamiento real y democrático de la agricultura, la ganadería y la pesca, invirtiendo para ello aquellas finanzas que van ahora al pago de la deuda pública. 

La reconstrucción económica conlleva la reconstrucción política, acabando con el parasitismo de los privilegios de Estado, de todos aquellas instituciones que viven de los Presupuestos sin necesidad alguna, y que además no gozan de apoyo social alguno entre la mayoría de la población. Un Estado que no puede seguir estructurado políticamente en torno al clientelismo y la corrupción institucional, con una casta política y sindical gregaria que suma por encima de 500.000 individuos muy bien pagados. 

Desde hace meses se demanda la necesidad de que familias sin ningún ingreso puedan hacer frente a la situación de crisis y penuria recibiendo un ingreso mínimo vital, como el que se demanda para los salarios mínimos y para las pensiones más bajas, cuantía que debería ser al menos de 1.200 euros para que se pueda hacer frente a los gastos esenciales. A ello se oponen buena parte de los partidos subvencionados, la patronal que vive de la explotación, y de no pagar impuestos, y la misma Iglesia católica que por su parte recibe del Estado más de 12.000 millones de euros año. 

Los informes oficiales hablan de que en España el 26,1% de la población, es decir 12, 3 millones de personas se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social, y qué es el único país de Europa que no tiene una prestación pública que cubra el riesgo general de pobreza. Y a esta cifra debe sumarse los parados crónicos sin derechos derivados del parón del coronavirus. Por ello es urgente que las Cortes Generales tomen las decisiones necesarias que protejan de verdad los derechos más elementales de la población al trabajo, a la prestación pública cuando no se tiene trabajo, a la salud y a la vida. Las Cortes no pueden seguir de espaladas a la realidad y están ante la necesidad de romper con el dictado monárquico. Las consecuencias de la crisis del coronavirus han de devolvernos a la realidad política y económica, a la democracia y a la libre determinación.

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