Los
principales medios de comunicación han venido informando puntualmente del hecho
de que las principales potencias económicas han iniciado los primeros
movimientos de una guerra comercial de alcance global, una guerra encabezada
por los EEUU.
Las
primeras referencias a la situación actual de guerra comercial datan ya de hace
algún tiempo. En entrevista realizada a Donald Trump, el 3 de noviembre de 2015,
éste se despacha con las siguientes acusaciones en el marco de su campaña de precandidatura
presidencial: “China es un enemigo
económico y se aprovechó de nosotros como nadie en la historia. Es el mayor
ladrón del mundo. Se llevó nuestros empleos”. Dos años más tarde, con el
multimillonario en la Casa Blanca, se toman las nuevas medidas proteccionistas
por parte de los EEUU, primera potencia mundial, estableciendo aranceles del
30% a los paneles solares cuyo primer productor es China.
A
renglón seguido se acusa a los productores chinos de “robar propiedad intelectual de empresas estadounidenses”, para
comenzar por el establecimiento de aranceles a diversos productos que, como la
carne de cerdo, se producen en China por la multinacional norteamericana
Smithfield. Otras multinacionales norteamericanas como Apple, Starbucks,
Intel…, llevan años haciendo el 25% de sus ganancias en China.
Las
autoridades chinas han denunciado que las medidas proteccionistas que se han
tomado por Trump suponen la “violación de
las reglas comerciales mundiales”.
Pero,
con todo ello, un informe elaborado por el banco Credit Suisse subraya que a la
llegada de Trump a la presidencia de los
EEUU se mantenían en vigor por parte de la administración norteamericana unas
1.280 medidas proteccionistas de su economía, haciéndole por esto el país más
proteccionista del mundo; y que muchas de las medidas presentada como “de libre
comercio” en los acuerdos y tratados internacionales, en realidad no lo son, y siempre son los
poderosos los que imponen sus intereses exclusivos bajo formas proteccionistas
o de libre comercio.
Los
aranceles y otras medidas de proteccionismo de los EEUU, que se han tomado
recientemente relativos al acero y al aluminio y otros productos, se han
extendido en primer lugar a sus mismos aliados: a Canadá, Japón …, y a la Unión
Europea. Lo que ha cambiado bajo la presidencia de Trump es que se ha pasado,
bajo los efectos de la crisis económica, de la competencia económica a la
guerra comercial. Los países afectados no han tardado en tomar medidas contra
productos norteamericanos que afectan a la agricultura y la ganadería
subvencionada.
Acerca
del proteccionismo de las grandes potencias en la época del capitalismo ascendente,
Marx escribió en el Capital: “El sistema
proteccionista fue un medio artificial para fabricar fabricantes, expropiar a
obreros independientes, capitalizar los medios de producción y de la vida de la
nación y abreviar por la fuerza el tránsito del régimen antiguo al régimen
moderno de producción”. En la época del imperialismo decadente y en crisis,
que es la que vivimos, las medidas proteccionistas de las grandes potencias se
combinan con la mayor ofensiva de la poderosa industria de armamentos. Ofensiva
que le lleva a Trump a imponer que se duplique el gasto militar de sus aliados
de la OTAN.
Hay
que entender que es el capital norteamericano de las grandes multinacionales el
que ha trasladado desde hace años una buena parte de su producción a China,
convirtiéndola en el taller del mundo, a la búsqueda de bajos salarios y de
menores costos de producción, lo que se ha traducido en suculentas ganancias.
Los
primeros afectados por las medidas proteccionistas de Trump serán los mismos
consumidores estadounidenses que compran productos a precios bajos porque están
hechos en China, y además están producidos por empresas norteamericanas.
La
idea supremacista en lo económico de “América primero” -que tiene su
prolongación monetaria, política y militar- pasa, por tanto, por tratar de
empobrecer a otros países por todos los medios para así resolver sus propios
problemas. Lo que viene a debilitar el conjunto del comercio mundial, y a
multiplicar las formas de guerra económica y comercial.
La
economía norteamericana lleva mucho tiempo arrastrando un grave déficit
comercial, que alcanza la cifra de 376 mil millones con China, pero también el
déficit de su balanza comercial se extiende a la mayoría de países, a excepción
del Reino Unido. Esta situación aparece deformada por los medios de
comunicación ya que se separa de manera artificial las medidas proteccionistas y
la misma guerra comercial a la que asistimos estos días de la profunda crisis
económica general, que continúa desde 2008, ahora bajo la forma de
sobreproducción de la economía mundial, siendo la guerra comercial desatada una
de sus manifestaciones.
El
papel del dólar en la economía mundial, de la subida de los tipos de interés
del dinero por parte de la Reserva Federal y el incremento del déficit fiscal,
tratan de atraer a los EEUU los flujos de capital financiero mundial sin
control alguno, lo que lleva a la apreciación del dólar.
La
clave es, entonces, la de la extrema competencia de los capitales sobre todos
los terrenos, y no solo sobre el comercio mundial. En medio de la crisis global
del sistema capitalista, asistimos a la mayor guerra financiera y comercial de
la historia.