sábado, 21 de julio de 2018

Espacioindependiente. "Los acontecimientos políticos de julio de 1936 "




El 19 de julio de 1936, hace ahora ochenta y dos años, estallaron acontecimientos politicos producto de la lucha de clases que merecen la reflexión. Al alzamiento nacional fascista del 17 y 18 de julio, apoyado internacionalemnte por Hitler, Mussolini y el Vaticano, siguió un movimiento de respuesta organizado desde las filas de los partidos y sindicatos obreros que tomaron forma y contenido revolucionario. Acontecimientos que marcarían por mucho tiempo la situación tanto en España como en Europa.

Cinco años antes de los acontecimientos históricos de julio de 1936, la monarquía de Alfonso XIII había perdido el poder. Y la gota que desbordó el vaso de la crisis política e institucional fue el resultado de las elecciones municipales donde se impusieron las candidaturas republicanas, sobre todo en las grandes ciudades. Se desencadenó un movimiento de proclamación republicana que resultó imparable, obligando al Rey a reunir su botín para marchar al exilio con toda su famila. 


La mayoría social hizo una apuesta por la República para deshacerse de la principal institución sobre la que se organizaba la dominación de la burguesía en España. Monarquía que en su última etapa no pudo separarse de los grandes escándalos de corrupción vinculados a los negocios de la guerra colonial en Marruecos, como tampoco de la represión desencadenada por la Dictadura de Primo de Rivera. 


El hecho de que unas elecciones municipales fueran el detonante de un cambio político tan importante como el que supuso la precipitada caída de la monarquía y la consiguiente proclamación de la República, marcó las ilusiones de todo un periodo en relación con la posibilidad de soluciones meramente electorales para los grandes problemas. Y ello, además, en una nueva situación política general que vino a plantear la necesaria solución de los más graves problemas políticos en toda su magnitud.


A la caída de la monarquía, ocupó el poder un conjunto de fuerzas políticas reagrupadas en el Acuerdo de San Sebastián, en forma de “Comité Revolucionario”, haciéndose cargo del gobierno con algunos ministros que lo fueron del rey, quienes convocaron elecciones a Cortes Constituyentes.

Fue así como llegó el turno a la apertura de un proceso de alcance revolucionario en nuestro país, en el momento y al calor de la gran crisis mundial de 1929, que determinaba un cambio radical de la situación internacional.


Las demandas políticas y sociales de la mayoría se ordenaron en torno a cuestiones fundamentales como la agraria, la de las nacionalidades a disponer de sí mismas, las reivindicaciones democráticas y laicas relativas a la separación Iglesia y Estado, y la cuestión colonial, que venía a poner a prueba la capacidad de los trabajadores y sus organizaciones como clase para realizar su proyecto histórico.


El acceso de Hitler al poder en Alemania a primeros de 1933 fue una señal general de alarma para todos los partidarios de las aspiraciones de la clase trabajadora. Giro internacional a la derecha que en España coincidió con resultados electorales favorables a la CEDA de Gil Robles, quien se hacía llamar caudillo por sus seguidores.


El movimiento de la clase obrera se radicalizó en todas partes para oponerse al fenómeno fascista. Primero en Cataluña y luego en toda España se puso sobre el tapete la necesidad de alcanzar políticas y alianzas de clase, cuyo objetivo inmediato era preparar las mejores condiciones para “la lucha contra el fascismo en todas sus formas y la preparación del movimiento de la clase obrera para el establecimiento de la república socialista federal”, según la terminología de la época. Creando para ello alianzas políticas en forma de Alianzas Obreras, con comités revolucionarios clandestinos y alianzas regionales, sin que se llegara a materializar una alianza estatal como tal.


El objetivo de dicho reagrupamiento no era otro que el de desencadenar la Huelga General, movimiento que se estableció para el 5 de Octubre de 1934. En Madrid la huelga no fue más allá de la paralización de la actividad productiva y comercial sin llegar a tomar formas insurreccionales. Asturias y Cataluña fueron la excepción. El presidente Companys apoyado en el movimiento de huelga proclamó un Estado Catalán dentro de la República Federal Española, movimiento que fue aplastado por la intervención militar que acabó también con la autonomía catalana. El conflicto de Octubre 1934 se concentró sobre Asturias, donde los mineros y metálurgicos constituían el sector obrero más concentrado y organizado, el corazón mismo de toda la clase obrera. La Huelga General se desarrolló con métodos de insurrección y toma del poder, la conocida como Comuna Asturiana. Situación que, ante el aislamiento, sólo llegó hasta el 18 de octubre, cuando el ejército y la represión policial aplastó a los revolucionarios.


La experiencia política de octubre de 1934 vino a jugar un papel decisivo a la hora de la acumulación de fuerzas de los partidos y sindicatos para preparar las luchas siguientes. Octubristas o anti octubristas, esa fue la división que siguió a los acontecimientos revolucionarios de Octubre de 1934. División que se prolongó durante mucho tiempo sin que a día de hoy podamos decir que el fondo de la cuestión haya sido resuelto.


Por ello, ante los acontecimientos de julio de 1936, la experiencia política de Octubre tuvo un peso determinante. La rebelión civico militar preparada desde el exilio de Alfonso XIII en Roma, con el respaldo financiero y militar  de las potencias fascistas, tuvo un largo proceso de conformación.


El golpe militar comenzó en Marruecos el mismo 17 de julio ante la parálisis de las autoridades. La primera decisión del gobierno Azaña fue la de oponerse a las exigencias de los sindicatos y de Largo Caballero quien demandaba que se procediera sin más pèrdida de tiempo a “que se armara a los sindicatos como garantía frente al movimiento contrarrevolucionario”.


El Ejército, la policía, y la misma Guardia Civil se dividen de arriba abajo como consecuencia de los acontecimientos de julio. De una parte, los que traicionaron su mandato republicano apoyando a los fascistas sublevados. De otra, los que permanecieron fieles al gobierno de la República que quedó en las grandes capitales suspendido en el vacío. Y por otro lado, los que se unieron al movimiento revolucionario del 19 de julio, movimiento que se nutrió políticamente de la experiencia acumulada por  los octubristas del 34. Algo similar sucedió también entre los sindicatos y partidos y, por extensión, en toda la sociedad.


El alcance de las formas de poder revolucionario, que duró algún tiempo, varió según los territorios, pero en la mayoría de las grandes ciudades fue ese movimiento el que desarmó el golpe fascista, creando una situación de doble poder entre las autoridades republicanas y los comités de poder que incluso nacionalizaron sectores enteros de la producción y distribución bajo las condiciones de la economía de guerra.


Las Juntas revolucionarias fueron el resultado del movimiento del 19 de julio, y sus experiencias deben inscribirse en continuidad con la Comuna Asturiana en los momentos claves de la lucha de los trabajadores y sus aliados por el poder político.


El alzamiento fascista del 17 y 18 de julio tuvo su contrapunto en el movimiento revolucionario del 19 de julio, fecha que en muchos casos ha quedado en el olvido político por el predominio general los intereses partidistas cortoplacistas de unos y otros.


El alzamiento y la guerra que le dió el poder a Franco, impensable sin los apoyos internacionales que obtuvo, respondió no solo a los intereses de los sectores más reaccionarios y oscurantistas de la sociedad, sino y directamente a los intereses del capital y de las grandes potencias de la época. La causa obrera del 19 de julio de 1936, continuidad de la revolución asturiana de octubre del 34, no encontró expresión organizada suficiente capaz de llevarla a la victoria. Fueron muchas las fuerzas que desde fuera y desde dentro pusieron todo su empeño en frustrarla. Pero el esfuerzo abnegado y heroico de tantos militantes, no solo para parar el golpe fascista, sino por llevar a cabo una verdadera revolución política y social, continúa siendo el mejor referente de nuestra Memoria Democrática, así como un acervo de experiencias para el presente y futuro de los intereses de la clase trabajadora.