La Unión General de Trabajadores es una organización sindical que
inició su andadura, en defensa de los trabajadores, en el congreso
fundacional de Barcelona en 1888 y cuyo primer dirigente fue uno de sus
fundadores: Pablo Iglesias.
Desde el principio, sin embargo, la Unión General de Trabajadores
ha tenido siempre los mismos detractores: el capital y sus voceros. El
mantenimiento de la tasa de ganancia pasa, desde el punto de vista de
los empresarios menos innovadores, por reducir los salarios y pervertir
las relaciones y las condiciones laborales. Para ello, les resulta muy
importante eliminar cualquier obstáculo, bien normativo (convenio), bien
institucional (sindicato).
Cuando hay una recesión la tasa de ganancia se derrumba y es,
precisamente en ese momento, cuando la presión contra los trabajadores,
los convenios y los sindicatos, se multiplica. El mundo ideal de la
patronal pasa por considerar a la fuerza de trabajo, no como sujetos de
derecho, sino como un consumo intermedio de la unidad productiva.
Repasando pues la historia, los argumentos de la patronal, sus
medios y sus somatenes, siempre han sido los mismos. Sus agresiones se
han multiplicado en tiempos de crisis -a la par , como he dicho, del
descenso de su tasa de ganancia-, a veces logrando sus propósitos, otras
veces no.
Al principio, desde la creación del sindicato allá por el XIX,
utilizaban la fuerza bruta, la violencia de carga, incluso el ejército
al que Cánovas convirtió en una extraordinaria máquina de represión de
los trabajadores.
Otras veces, cuando los avances sociales reducían la tasa de
ganancia, trataban de desestabilizar la democracia o, incluso,
destruirla con una dictadura de sindicato único perteneciente a un
Estado convertido en el consejo de administración de la burguesía.
Civilizados por los acontecimientos, ya sin dictadura, la derecha
económica encuentra en la derecha política su tabla de salvación cuando,
ya en democracia y sin capacidad de utilizar la fuerza militar o el
golpe de estado, utilizan las reformas para impedir que el convenio o el
sindicato de clase defienda a los trabajadores o, lo que es lo mismo,
reduzcan su tasa de ganancia.
A veces, desde la izquierda, se ha sido pusilánime con esta
presión, confundiendo flexibilización con precarización o reforma con
contrarreforma. Me duele más, por ende, cuando esos cambios lesivos a
los trabajadores son planteados por parte de una izquierda que se escuda
en una supuesta moderación y desconoce la perspectiva histórica que os
trato de plantear en esta carta.
La última de las estrategias es hacer de un error o un exceso la
causa general contra el sindicato. Como si la Iglesia no tuviera curas
excesivos, el Estado políticos derrochadores o los partidos cuitas con
el Tribunal de Cuentas. Y no por ello se puede criticar a todo el
Estado, a la Iglesia en su conjunto o a los afiliados de los partidos.
Si me apuran, el coeficiente de gente honrada en un sindicato de clase
es bastante mayor que en el Estado o en cualesquiera institución pública
o privada. No les cito a la CEOE por respeto a uno de sus presidentes
que está en la cárcel.
Trataron de denostar con mentiras, injurias y calumnias al
compañero Cándido y, como decía Machado de Pablo, en Cándido sólo
encontraron a un santo laico. Fueron a por otros dirigentes, buscaron
entre contabilidades, pagaron a traidores y soplones, ¿y qué obtuvieron?
Errores como en todas partes, algunos aprovechados, cuatro
banquetes y muchos inocentes a quienes han acusado de forma
desproporcionada. Le han quitado el sueño a muchos trabajadores
ilusionados y a dirigentes comprometidos.
No seré yo quien critique la labor de la prensa libre. Pero sepan
que sabemos, que tras algunas exageraciones, no se encuentra sólo la
denuncia justa, sino una estrategia bien definida.
El sindicato, sin embargo, se mantiene intacto. Las razones de su existencia y las metas aún inacabadas.
Porque incluso, aunque vayan a por todos nosotros, se van a
encontrar con la unidad que provoca llevar razón y estar rodeado siempre
de los mejores hombres y mujeres que ha dado este país. Como lo son
precisamente los hombres y mujeres de mi sindicato.
@AntonioMiguelC
@AntonioMiguelC
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