Un año después de haber tomado posesión como el primer
Defensor Universitario de la UEx, Vidal Luis Mateos Masa asegura que
tiene motivos para sentirse satisfecho, aunque reconoce que además de
alegría también se ha llevado en estos meses muchos disgustos y se ha
ganado algún enemigo en el desarrollo de su labor.
Visiblemente satisfecho cuenta, por ejemplo, el caso de
una alumna brillante que por motivos diversos se había quedado fuera del
sistema de becas. Hija de una familia desestructurada en la que había
malos tratos, con orden de alejamiento incluida, tenía sin embargo muy
buenos resultados académicos. Acudió al Defensor buscando un
aplazamiento para la matrícula que no podía pagar y Vidal Mateos
«moviendo Roma con Santiago» logró que la eximieran del pago de las
tasas por violencia de género.
Pero no todas las historias que han llegado a sus manos
en estos más de 365 días han tenido un final feliz a su pesar y el
horizonte que plantea la reforma universitaria propuesta por el Gobierno
de Mariano Rajoy tampoco resulta alentadora. Un endurecimiento de las
condiciones de acceso al sistema de becas y un aumento en el precio de
las tasas tendrían un impacto «muy puñetero», según Mateos, en los
universitarios extremeños.
«Nos salpicaría de lleno. En Extremadura el número de
becados está por encima de la media nacional por nuestras condiciones
socioeconómicas. La mitad de nuestros universitarios (unos 11.000), son
becados», argumenta, y asegura que durante estos meses ha atendido
muchos casos relacionados con becas.
En este sentido, denuncia que no entiende que la UEx
carezca de un sistema paralelo que ampare a la gente que se queda fuera
del sistema de ayudas que vienen del Ministerio. «No puedo comprender
que no haya ninguna partida económica destinada a acción social en una
sociedad como la actual, donde hay ayudas en otros muchos ámbitos»,
señala.
Pese a ello, Vidal Mateos se muestra optimista y piensa
que precisamente porque corren tiempos difíciles, su figura sigue siendo
muy necesaria. Más ahora si cabe y aunque a ellos también les ha tocado
apretarse el cinturón. «No somos ningún lujo. Eso lo puedo asegurar.
Solucionamos situaciones concretas y hemos contribuido a corregirlas
para que no vuelvan a repetirse en el futuro», subraya.
Con un presupuesto anual de 6.000 euros y tres personas
que conforman el equipo (el defensor, el adjunto y el secretario) han
tramitado un total de 56 reclamaciones y han recibido 104 consultas.
Pese a estar a la disposición de estudiantes, del personal docente e
investigador y del de administración y servicios, la mayoría de los
casos provienen del primer colectivo.
Muy concienciados de sus derechos, en la mayoría de los
casos los universitarios quieren resolver cuestiones relacionadas con
notas y exámenes. «Es cierto que algunos tragan carros y carretas con
tal de aprobar, pero una vez que suspenden, vienen a informarse de
cuáles son sus opciones y a veces logramos solucionarlo. Mi consejo es
que no dejen las cosas para tan tarde, que intenten solucionarlas
antes», recomienda Vidal Mateos, que apunta que hay algunos estudiantes a
los que podría hacer 'socios honorarios' porque han vuelto varias veces
a su oficina por causas similares.
Pero también hay otros temas mucho más complicados que
-reconoce- le han enseñado a ver matices de la comunidad universitaria
que desconocía. «Hay situaciones duras, muy duras. Verdaderos dramas
humanos que no son fáciles de digerir ni de corregir. A veces me digo a
mí mismo que mi capacidad de sorpresa nunca se va a agotar. Por mi forma
de ser, lo más difícil está siendo aceptar que en este cargo existen
unos límites que no puedo exceder. Y lo cierto es que me llegan
historias que serían más bien competencia del Ministerio Fiscal»,
reconoce Vidal Mateos, que admite que en muchas ocasiones tiene que
«embridarse».
Porque la realidad es que su figura se reduce a ser
mediador y «conseguidor», según sus propias palabras. Y aunque puede
actuar de oficio y sugerir recomendaciones para corregir un mal
funcionamiento observado en algún servicio y puede elaborar propuestas
de modificación de las normativas a los responsables, su función acaba
ahí.
Siendo muy consciente de esas limitaciones de actuación,
Vidal Mateos asegura que va a seguir haciendo todo lo posible para que
la Universidad de Extremadura sea un espacio más respetuoso con los
derechos de la comunidad de 30.000 personas que la integran. Ha comprado
una cafetera, refrescos, caramelos sugus y hasta bombones de higo. Todo
para intentar reconfortar y hacerles sentir a sus usuarios un poco más
cómodos. Aún así, reconoce que muchas veces no lo consigue y cuenta que
en muchas ocasiones la gente se derrumba y se le echa a llorar.
Relata el Defensor que recibe, por ejemplo, casos de
acoso laboral verdaderamente preocupantes. «Son asuntos complicados
porque es difícil que haya pruebas físicas evidentes. En estos casos hay
muchísimo miedo a la represalia. Son estremecedores y mi papel es
complicado en ellos porque lo único que puedo ofrecerles es una
mediación... Y eso es duro, porque entiendo que de alguna manera es
poner e la víctima y al verdugo al mismo nivel. Es muy frustrante»,
confiesa.
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