Autor: Gerardo Rivas.Fuente: El Plural.
http://www.laicismo.org/detalle.php?pk=13450
Y es que, hoy, los encargados de predicar la Verdad y dar su vida por
Dios son reclutados, según la reciente campaña televisiva de la
Conferencia Episcopal para suscitar vocaciones, mediante el señuelo de
un “trabajo fijo para toda la vida” y “una riqueza para la eternidad”.
¿Se figuran, por un momento, que bajase de nuevo Jesucristo a la
Tierra y comprobase que los sucesores de Pablo, Pedro o Juan son unos
funcionarios sin oposición y que, a cambio de una nómina vitalicia
segura y desprovistos de cualquier otra motivación menos terrenal,
adoctrinasen sobre lo que fue su vida y su entrega absoluta por amor a
la Humanidad sin esperar nada a cambio?
En esta época de aguda crisis económica, los nuevos
apóstoles/funcionarios más que oír el llamamiento de Dios que les
exhortase a seguir la vida pastoral en cuerpo y alma, lo que escuchan es
algo más terreno, mundano e, incluso, fisiológico: a sus propias tripas
reclamando el bálsamo de una comida segura y a perpetuidad y que, a
cambio, ellos adoctrinarán a los futuros creyentes no ya en la Verdad
revelada y contenida en los sagrados libros sino en toda la parafernalia
que los sucesivos padres de la Iglesia han montado en su derredor.
Como se puede comprobar cualquier coincidencia con los primeros
tiempos del cristianismo es un mero parecido casual. La figura de
Jesucristo crucificado carece apenas de su significado primigenio de
sacrificio y salvación y se ha convertido en meras reproducciones
talladas que se sacan de paseo cada año en lujosísimas carrozas para
solaz de quienes las contemplan o se les besa los pies cada primer día
de cualquier semana de no sé qué mes para que, en contraprestación, cure
de alguna dolencia a quien los besuquee o proporcione un novio si el
ósculo procede de una jovencita casadera.
Pero centrémonos en el asunto, que tratando temas religiosos me
disperso con demasiada facilidad. Teniendo en cuenta que la Iglesia
Católica recibe pingües subvenciones y ayudas estatales, el ofrecimiento
en los tiempos que corren de un trabajo fijo con la intención de
llevarse al huerto nuevas vocaciones sacerdotales parece, cuando menos,
una actuación rayana en competencia desleal. Y, sin dudarlo, sí que lo
es la promesa que se le hace al aspirante a clérigo sobre la obtención
de una “riqueza para la eternidad” puesto que el artículo 5 de la ley de
la Competencia establece en relación con los actos de engaño que “se
considera desleal por engañosa cualquier conducta que contenga
información falsa y pueda inducir a error a sus destinatarios en cuanto a
la existencia de una ventaja específica”. Más claro el agua ¿o es que
alguien ha demostrado que nuestra existencia es eterna y que, además, la
podamos gozar con todas nuestras riquezas acumuladas en este valle de
lágrimas? Porque de ser ello cierto no he dicho nada … y me plantearé mi
futuro sacerdotal.
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